A Ann Reed nunca le han gustado las estructuras. Así que, tras un segundo año de instituto nada espectacular, aprovechó la oportunidad de participar en el programa "Escuela dentro de la escuela" de Minnetonka, donde los alumnos podían diseñar su propio plan de estudios.
"Era perfecto para alguien como yo", dice. "Me gustaba explorar cosas por mi cuenta. Había mucha gente explorando y desafiándose a sí misma y era genial verlo".
Ese ambiente abierto resultó beneficioso para crear lo que ha sido una carrera musical amplia y aclamada por la crítica que ha recorrido Estados Unidos y Canadá.
"La escuela dentro de la escuela me ayudó mucho, porque cuando trabajas por cuenta propia, tienes que ser realmente autodirigido para abrirte camino", dice Ann.
Aprendió a tocar la guitarra a los 12 años y, cuando llegó al instituto, ya "se juntaba con un montón de grandes guitarristas" y tocaba el clarinete bajo en la banda, que dirigía Dan Geldert.
"Me impresionó mucho la pasión de Dan por la música y su mensaje de que la música es mucho más que los puntos negros de la página", dice. "Nos animó a sentir la música".
Otra gran influencia fue su asesora Mary Skoy, que plantó las semillas dentro de una compositora.
"Teníamos una lista de lecturas muy completa", dice Ann. "Mary fue clave para introducirme en la literatura, en un lenguaje más intenso y en cómo usamos las palabras. Tener a Dan y a Mary fue algo perfecto para mí".
La carrera musical de Ann la ha llevado a todas partes, desde los clubes más pequeños hasta los mayores festivales al aire libre, pasando por los escenarios de los medios de comunicación nacionales. Vaya donde vaya, siempre dona el 25% de sus giras a obras benéficas, centrándose en causas que ayudan a mujeres y niños, como las Girl Scouts y Habitat for Humanity.
"Creo que cuando te hacen un regalo, tienes que devolverlo", dice.
Los fans de Ann también han recibido un regalo, del que llevan disfrutando más de 30 años.