A lo largo de 45 años de carrera docente, Ed Haley se encontró haciendo exactamente lo que más le gustaba: educar y orientar a los jóvenes.
"Nunca habló de desear otra carrera", dice la hija de Haley, Sharon Hermel. "La enseñanza era todo para él".
Desde luego que lo era. Haley llegó al instituto Excelsior en 1945 después de pasar varios años enseñando en Garden City, Minnesota. Su versatilidad educativa fue muy bien aprovechada, ya que, en un momento u otro, enseñó todas las asignaturas que se impartían en la escuela, excepto economía doméstica, y fue entrenador de fútbol, baloncesto y béisbol.
Los niños eran su "pasión", señala Hermel, y añade que su padre, fallecido en 1988, hizo todo lo posible por inculcar en todos y cada uno de ellos las herramientas necesarias para sobresalir y contribuir a la sociedad.
"Decía que la educación era la clave y el billete para sobrevivir y triunfar en la vida", afirma Hermel. Lo primero en su lista de deseos era dar a todos los estudiantes la capacidad de leer bien y comprender lo que habían leído.
"Cuando se formó el distrito escolar de Minnetonka a principios de los años 50, Haley enseñó en el Excelsior Junior High durante varios años.
Tras obtener un máster en psicología educativa, pasó el resto de su distinguida carrera como orientador, jubilándose en 1974 en el West Junior High.
En una carta reciente a Hermel, uno de los antiguos alumnos de Haley, Bob Abel, de Abel Heating en Excelsior, relataba una conmovedora historia sobre un encuentro que tuvo con el "Sr. Haley" hace mucho tiempo. Por aquel entonces, Abel tenía 14 años e intentaba conseguir la insignia al mérito "Ciudadanía en la comunidad" de los Eagle Scouts.
"Tuve que ir al despacho de Ed... y ser capaz de responder a sus preguntas sobre el funcionamiento de la comunidad, etc., y sobre lo que significa ser un buen ciudadano", escribió Abel. "Como sabía hacer tan bien, ponía su cara seria y me hacía sudar un poco - pero luego al final daba esa sonrisita que me hacía saber (a mí) que siempre estaba animando a ... nosotros, los locos. Fue una de las medallas al mérito más duras pero más satisfactorias que recibí".
A la pregunta de qué inculcó su padre a su propia familia, Hermel señaló que su pasión por la educación impulsó a dos de sus hijos y a dos nietos a convertirse en instructores y educadores.
En cuanto a Hermel, "volví a la universidad a los 45 años y terminé la carrera a los 50; él habría estado muy orgulloso".